CUANDO TODO PARECE DEMASIADO

¿Alguna vez te has sentido como si todo a tu alrededor estuviera a punto de desbordarse? Como si tus pensamientos corrieran sin freno y tu cuerpo estuviera en alerta constante, aunque no haya un peligro real frente a ti. A mi me ha pasado y gracias a mi trabajo he podido acompañar a muchas personas que también han estado así. Por eso si esto te hizo click, no te sientas sola. 

Actualmente, cargamos con múltiples responsabilidades: la casa, el trabajo, el servicio en la iglesia, los roles y responsabilidades dentro de las relaciones… y en ocasiones por más que hacemos y hacemos no sentimos que sea suficiente. Hoy quiero hablarte desde el corazón sobre algo que todas enfrentamos, pero pocas comprendemos con profundidad: la relación entre el estrés y la ansiedad.

Hay una enfermera teórica que me encanta, se llama Betty Neuman. Ella propuso que el nuestro cuerpo, mente y espíritu son como un sistema: un todo compuesto por diferentes partes que están interconectadas y afectándose mutuamente. Además, dice que, al igual que una muralla que protege una ciudad, todos tenemos líneas de defensa que nos ayudan a mantenernos estables frente a los desafíos de la vida.

Pero, ¿qué pasa cuando el estrés golpea muy fuerte o durante mucho tiempo?

Pues comenzamos a debilitarnos. Y cuando las líneas de defensa bajan, aparece la ansiedad: esa sensación de inquietud, de miedo, de estar en peligro aunque no podamos explicarlo del todo. En otras palabras, la ansiedad es una respuesta cuando nuestro sistema ya no puede manejar el estrés acumulado.

Estrés y ansiedad: ¿cómo diferenciarlos?

  • El estrés es una respuesta natural a situaciones de presión. Puede incluso ayudarnos a actuar. Por ejemplo, si tenemos una presentación muy importante o resolver un conflicto familiar, nuestro cuerpo se activa para enfrentarlo.

  • La ansiedad, en cambio, aparece cuando ese estado de alerta se mantiene aunque el peligro ya no esté presente. Es como si el cuerpo se quedara atrapado en “modo alarma”, aún cuando todo está en calma.

Nuestra fe también forma parte del sistema

Nuestra relación con Dios, la oración, la comunidad de fe y la confianza en su Palabra son recursos poderosos que pueden fortalecer nuestras defensas internas. No es casualidad que Filipenses 4:6-7 nos diga: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”

Pero quiero decirte algo con mucho amor: orar no significa que no puedas buscar ayuda profesional. La oración y el apoyo de un profesional en el área de salud mental no se excluyen. Son complementarias. Cuidar tu salud mental también es una forma de honrar el templo del Espíritu Santo que es tu cuerpo (1 Corintios 6:19).

Si estás atravesando una etapa difícil, no te castigues por sentirte débil. La ansiedad no es falta de fe. Es una señal de que necesitas atenderte, cuidarte y dejarte sostener —por Dios y por quienes Él pone en tu camino.

Estoy aquí para recordarte que sanar es posible, que pedir ayuda no es rendirse, y que cuidarte también es una forma de amar.

¿Quieres una sesión con Irly?

Puedes agendarla aquí, sólo haz click

Versículo Lema: Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida”. Prov 4:23 RV-60

Irly Solera

ASOCIADA SENIOR DEL,EQUIPO DE PSICOLOGA REAL ENFERMERA ESPECIALISTA EN SALUD MENTAL. 10 años de experiencia en el acompañamiento individual y grupal con planes de cuidado basados en necesidades específicas, además, de desarrollo de investigaciones en salud y docencia.

Siguiente
Siguiente

Cuando el corazón de nuestros hijos se siente abrumado: Estrés y ansiedad infantil