La libertad de olvidarme de mi misma
Vivimos en una cultura profundamente influenciada por el humanismo, y muchas veces esa filosofía se filtra en nuestra manera de entender el evangelio. Sin darnos cuenta, caemos en la idea de que lo más importante soy yo y mis necesidades. Incluso desde la psicología, podemos adoptar una perspectiva centrada únicamente en nuestro bienestar personal, buscando sanar desde un enfoque donde todo gira alrededor de mí.
Sin embargo, este autoenfoque puede llevarnos a una ilusión de sanidad que no alcanza lo más profundo del corazón. ¿Realmente es ese el camino que nos muestra la Biblia? ¿Qué enseña la Palabra de Dios sobre el amor propio y el cuidado personal?
Y no está mal cuidarnos. De hecho, es necesario, y forma parte de la buena administración de lo que Dios nos ha confiado: nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestra vida. Pero lo que sí debemos examinar es cómo lo estamos gestionando y, sobre todo, por qué. ¿Qué hay en nuestro corazón detrás de nuestras intenciones?
¿Y si el verdadero descanso y la verdadera libertad no vinieran de pensar más en nosotras mismas… sino de pensar menos?
Quizás el camino hacia la plenitud no está en poner el foco en nosotras, sino en mirar a Aquel que nos creó, nos conoce y nos sana de verdad.
La autoestima, desde una perspectiva cultural, se basa en evaluaciones constantes: si soy buena madre, si me veo bien, si soy suficientemente productiva o exitosa. Pero en el Evangelio, nuestra identidad no se fundamenta en logros, belleza o perfección, sino en el amor incondicional de Dios, es la suficiencia que tenemos a través de Cristo.
Timothy Keller dice:
“El evangelio da lugar a un yo verdaderamente humilde, no al que piensa menos de sí, sino al que piensa menos en sí.”
Cuando dejamos de estar obsesionadas con evaluarnos constantemente, comenzamos a experimentar la verdadera libertad. No necesitamos probar nada a nadie. No necesitamos demostrar nuestro valor. ¡Ya lo tenemos en Cristo!
A veces pensamos en autocuidado como escapismo: desconectar, darnos gustos, tener un “día de spa”. Y aunque esos momentos pueden ser saludables, el verdadero autocuidado va más allá. Es un acto de mayordomía de nuestro cuerpo, mente y alma.
Pero, ¿cómo cuidar de nosotras sin caer en el egocentrismo?
Cómo mejorar la relación contigo misma (sin que seas el centro)
Recuerda tu verdadera identidad
No eres lo que haces, ni lo que otros piensan de ti. Eres hija de Dios, amada, perdonada y aceptada por gracia. Esto trae seguridad y descanso interior.Practica el autocuidado con propósito
Alimenta tu cuerpo, mente y espíritu no para “merecer” amor o validación, sino como una forma de honrar a Dios y servir con gozo.Silencia la voz del ego
¿Te criticas constantemente? ¿Te comparas? Esa voz no viene de Dios. El Espíritu Santo te habla con verdad y amor, no con condenación ni orgullo.Sirve a otros desde una autoestima sana
Cuando ya no necesitas “brillar” para sentirte bien, puedes servir con libertad. El amor al prójimo florece cuando no estás atrapada en ti misma.Ora y medita en la Palabra
Una relación más sana contigo misma comienza con una relación más profunda con Dios. En su presencia se disuelven los espejos distorsionados del mundo.
Autoestima y autocuidado se trata de descansar en tu identidad como hija de Dios, vivir con humildad, y cuidarte no para glorificarte, sino para servir y amar mejor.
Y en esa libertad de olvidarte de ti misma... descubres a tu verdadero yo: libre, amada, y plena en Cristo.
Te dejo una guía de evaluación para analizar a profundidad tu corazón para que podas vivir en la libertad de saberte amada, escogida y segura por Cristo.
Basada en el libro La libertad de olvidarse de uno mismo de Timothy Keller
¿Quieres una sesión con Naty?
Puedes agendarla aquí, sólo haz click
Versículo Lema: “Cuando mi mente se llenó de dudas, tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría.” Salmos 94:19 RV-60